Había pensado otro título para este artículo: “El precariado de nuestros hijos y nuestros nietos se cronifica”, pero este fenómeno se está generalizando tanto que ya no distingue ni de géneros, ni de edades, ni de territorios.
Un buen economista que se pone a cavilar suele tener mucho peligro. Desde hace algún tiempo, varios economistas juguetean con una explicación para la falta de crecimiento en los países ricos: nos falta, dicen, una buena guerra.