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Confianza digital cero

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Ordenador captchas

Han abusado de nuestra confianza y nuestra credulidad. Prometieron ordenar toda la información del mundo y hacerla accesible, aunque sin avisar de que harían tabla rasa de la privacidad y los derechos de autor. Se presentaron como paladines de un mundo más abierto y conectado, cuando lo que han creado son plataformas de desinformación masiva. Generaron ilusiones en torno a la emergencia de una economía colaborativa, pero han acabado por propiciar una economía de plataforma que erosiona los derechos de los trabajadores. Medias verdades que les han convertido en milmillonarios. Pero, lo que es más importante, han creado empresas que ejercen un poder económico y una influencia política mayor que la de muchos estados y que cuentan con recursos sobrados para influir en las regulaciones y para litigar contra los gobiernos.

Tiene pues sentido presionar para que las administraciones impongan al sector tecnológico reglas similares a las que se aplican, por ejemplo, al sector farmacéutico o al alimentario. Pero esa presión no será suficiente y servirá de poco a menos que, como ciudadanos conscientes, reposicionemos nuestras actitudes ante las ofertas del sector tecnológico.

Un primer paso para ello podría consistir en aplicar a las propuestas digitales el análogo de la política de  confianza cero recomendada por expertos en ciberseguridad. Apliquémosla como ejercicio a la propuesta de Worldcoin de crear una solución tecnológica que permita certificar con seguridad que con quien se interacciona online es un humano y no un autómata generado por inteligencia artificial (IA). Un objetivo sensato, dado que continuará habiendo quienes se empeñen en crear autómatas que campen a sus anchas por la red simulando cada vez mejor el comportamiento humano, sin que captchas y similares sean capaces de detenerlos.

Como sucede a menudo, lo que resulta cuestionable no es el objetivo de la propuesta, sino cómo se pretende alcanzarlo. Argumentando que en tiempos de una IA cada vez más potente la única prueba consistente de identidad es la basada en datos biométricos, Worldcoin ha capturado la imagen del iris de varios millones de personas, a las que ha ofrecido una compensación en una cripto moneda de su propia creación. Además, con el objetivo de que su solución sea global y descentralizada, propone basar la gobernanza de su sistema en una DAO, una entidad autónoma descentralizada basada en una infraestructura criptográfica de cadenas de bloques.

Ninguno de los componentes de esta arquitectura tecnológica es merecedora de confianza. La captura a gran escala de datos biométricos comporta riesgos evidentes de privacidad. Las criptomonedas y cadenas de bloques basadas en criptografía avanzada han dado lugar a múltiples abusos y estafas. La cosa empeora cuando se constata que uno de los impulsores de Worldcoin es Sam Altman, sobre cuyo comportamiento irresponsable como líder de OpenAI no hace falta insistir. Y que uno de los inversores que prestan respaldo a Worldcoin es Mark Andreessen, un evangelista de la iglesia de la tecnología, para el que la criptografía tiene el potencial de crear una nueva tecnología de derechas, alineada con el emprendimiento y más inmune al control de instituciones centralizadas como los gobiernos.

Verde y con asas. Confianza cero.