El resultado de las elecciones europeas han sido malos para los europeístas. Los análisis complacientes que consideran que la Unión ha salvado los muebles porque los avances de la extrema derecha en el Parlamento Europeo han sido menores de lo pronosticado constituyen una errónea lectura. Los comicios han puesto de relieve dos efectos negativos evidentes. Por una parte, significan un golpe al Pacto Verde Europeo y un mayor endurecimiento de las políticas de inmigración. Por otra, el peor impacto se ha producido en el ámbito nacional.
En Francia, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen ha obtenido el doble de votos (31,4%) que la alianza centrista del presidente Macron (14,6%). En Alemania, la coalición (socialdemócratas, liberales y verdes) ha sufrido un serio aviso y cada unos de sus componentes ha quedado por debajo de la extrema derecha de Alternativa por Alemania, que obtuvo casi el 16% de los votos. Los riesgos se han acelerado posteriormente en Francia por la temeraria convocatoria anticipada de elecciones por parte de Macron para los próximos 30 de junio y 7 de julio.
El frenazo al Pacto Verde Europeo ha desconcertado a muchos ciudadanos seriamente preocupados y convencidos de la necesidad de una política firme ante la crisis climática. Hay que recordar que la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, había hecho del Pacto Verde una bandera de referencia del europeísmo. Resultó muy decepcionante no haber respondido adecuadamente a las manifestaciones de agricultores y no haber sabido diferenciar entre los fallos burocráticos de la Comisión Europea, corregibles mediante la implementación de políticas más flexible y eficientes, de las medidas medioambientales que son el resultado de estudios científicos que no deberían ponerse en duda y cuyos principales beneficiarios son los propios agricultores, en muchos casos víctimas directas de los dañinos efectos del uso excesivo de productos químicos peligrosos.
Jannik Jansen y Thu Nguyen, investigadores del Centro Jacques Delors, consideran que “la falta de liderazgo, combinada con el creciente números de estados miembros gobernados por la extrema derecha y partidos euroescépticos —incluyendo Países Bajos, Hungría, Eslovaquia y potencialmente Austria en otoño— hace que un parón en la UE sea un riesgo real no solo en la institución que acaba de ser elegida”.
Por el contrario, las izquierdas francesas han tomado buena nota de lo que está en juego y en un tiempo récord han logrado un pacto para presentarse a las próximas elecciones con un programa electoral común y candidatos únicos. El nuevo “frente popular”, que incluye socialistas, ecologistas, comunistas y los radicales de Jean-Luc Mélenchon ha logrado el visto bueno del expresidente socialdemócrata François Hollande, que ha priorizado en las actuales circunstancias el valor de la unidad al de los contendidos de los distintos programas.
Las izquierdas francesas parecen haber captado el mensaje de millones de trabajadores que se han alejado de las ideas del proyecto europeo y de los partidos de izquierda tradicionales, que utilizan un lenguaje distante en ocasiones de los problemas inmediatos de los ciudadanos. Una encuesta realizada por la Fundación Hans Blöcker en diez estados de la Unión ha puesto al descubierto el notable grado de malestar de los trabajadores por sus condiciones laborales, retribuciones salariales y escasa representatividad en sus empresas. El riesgo es que la decepción por las insuficiencias de las políticas europeas va acompañada también de una desafección con los valores democráticos.
El distanciamiento del proyecto europeo ha sido especialmente significativo entre los jóvenes. Los análisis del resultado electoral indican un importante crecimiento del voto a la ultraderecha entre los jóvenes de 18 a 24 años, según reflejan distintos análisis. Las carencias del discurso europeo se deben a una falta de liderazgo contenido político.
En esta coyuntura, la Unión Europea no puede fiar la solución de sus problemas a dos informes técnicos sobre el mercado interior y la competitividad, encargados por Ursula von der Leyen. Es indiscutible el prestigio y la capacidad intelectual de los autores de los trabajos, el ex primer ministro italiano Enrico Letta y Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo. Pero la Unión necesita otro tipo de mensajes. Los ciudadanos exigen un compromiso más firme de los dirigentes políticos y un giro radical ante un modelo cada vez menos social con un incesante crecimiento de las desigualdades, la devaluación de las condiciones laborales, las ganancias desorbitadas de las grandes corporaciones financieras y energéticas y la persistencia de enormes agujeros en las haciendas públicas facilitados por los paraísos fiscales, que impiden contar con los recursos necesarios a los Gobiernos para atender las necesidades de financiación de los proyectos de inversión y servicios que precisa la Unión.