En esta línea se está desarrollando la idea de enfriar el aire en el contenedor a bajísima temperatura hasta lograr convertirlo en un denso líquido. Al subir la temperatura y descomprimir, escaparía violentamente para mover una turbina. Otra empresa plantea utilizar dióxido de carbono (el principal gas de efecto invernadero) en vez de aire. La ventaja que proporciona el CO2 es que licúa por presión sin necesidad de temperaturas ultrabajas.
Lejos de esos sistemas mecánicos están las baterías, el núcleo energético del móvil, el portátil y el coche eléctrico. Los actuales dispositivos de iones de litio tienen una utilidad limitada en la red eléctrica porque permiten almacenar la energía durante cuatro horas o menos y eso está bien para compensar fluctuaciones de corta duración o caídas breves de suministro, pero no para proliferar en una red cada vez más dependiente de las renovables.
Baterías de flujo
Para afrontar el problema se están utilizando ya las baterías de flujo, diseñadas para almacenar de manera segura grandes cantidades de energía durante periodos más largos, lo que compensa sus puntos débiles: menor densidad de energía (lo que las hace más pesadas), más inversión inicial y más gasto en mantenimiento. Las más utillizadas hasta el momento se basan en la química del vanadio, un metal caro. Una alternativa todavía experimental utiliza como principal componente el hierro, mucho más barato y abundante.
Si las baterías de iones de litio pueden ser sustituidas en la red eléctrica por las de flujo, aunque sean más pesadas, su instalación en los automóviles puede producirse mediante un desarrollo totalmente opuesto. Las esperanzas de la industria están de momento puestas en baterias que sustituyan los ánodos actuales de grafito por otros de litio metálico, que deberían aumentar la cantidad de energía acumulada en cada carga sin incrementar el peso. Traducido: más kilómetros de autonomía sin tener que recargar, un proceso que en los vehículos eléctricos es mucho más largo y pesado que en los de gasolina.
En el almacenamiento de apoyo a la red eléctrica también está llamado a participar un elemento que aparece en los últimos años en todas las salsas: el hidrógeno. La electricidad producida por el sol a través de las placas fotovoltaicas o por el viento mediante los molinos puede utilizarse para descomponer el agua mediante electrólisis y obtener, así, hidrógeno. Este gas podrá utilizarse directamente como combustible de vehículos y fábricas o como materia prima para hidrocarburos sintéticos, pero también podrá volver a recomponer con el oxígeno la molécula de agua en una pila de combustible y proporcionar electricidad. En este caso habrá sido simplemente un repositorio de energía eléctrica.
Pero el almacenamiento no es algo que afecte solo a las grandes compañías eléctricas. Las empresas, los ciudadanos y las agrupaciones de empresas o de ciudadanos tienen ya la posibilidad de generar su propia energía mediante placas fotovoltaicas y acumularla en baterías para utilizarla cuando no haya sol. Del concepto de autoconsumo eléctrico se está pasando al de autosuficiencia. Hace falta que las normas faciliten el tránsito.