Más allá de la defensa
Afrontar los sacrificios que exige la seguridad europea solo será posible si se avanza en la unión política con el apoyo de la ciudadanía
El acelerón de cambios políticos que está registrando Europa desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca están constituyendo un verdadero revulsivo para Unión en el ámbito económico y, sobre todo, en el de la defensa. Europa se ha visto forzada a responder en tiempo récord a un doble desafío inesperado provocado por la traición de quien creía un aliado. Por una parte, se enfrenta a una guerra comercial desatada por Washington mediante subidas bruscas e imprevistas de aranceles con impactos graves ya detectables en la economía. Por otra, y de mucha mayor trascendencia, el abandono del apoyo militar estadounidense a Ucrania y la negociación directa entre Trump y Vladímir Putin, desencadenante de la guerra, con la exclusión de la Unión y de los ucranianos. Europa ha constatado al mismo tiempo que tampoco puede contar con el apoyo de Estados Unidos para su propia defensa. Es una situación que preocupa especialmente a los países fronterizos con Rusia (Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia). Lo más inquietante de esta nueva situación, sin embargo, es que los temas de defensa se han impuesto sobre todos los demás, eclipsando en buena medida asuntos nucleares como la consolidación del modelo social europeo, la financiación de necesidades urgentes como la falta de viviendas, la protección de los derechos de los inmigrantes y las políticas medioambientales. La transformación unilateral que está registrando la Unión, centrada sobre todo en los asuntos militares, será difícilmente viable si no cuenta con el pleno apoyo de sus ciudadanos, lo que requiere avanzar hacia la unión política.
La necesidad de que Europa organice su propia defensa tras el abandono de EE UU ha provocado la adopción de una decisión histórica en los consejos europeos de los pasados 6 y 20 de marzo, que implica la movilización de 800.000 millones de euros. A los acuerdos comunitarios hay que sumar las medidas adoptadas por el Parlamento alemán a propuesta del nuevo líder democristiano y probable canciller, Friedrich Merz, que prevén la movilización de otros 500.000 millones de euros para la financiación de defensa, infraestructuras y energías limpias. Es un programa del que solo se tiene un conocimiento muy genérico. Aunque la vocación fundacional de Europa es asegurar la paz entre sus Estados, la realidad es que los presupuestos de defensa de la UE evidencian un notable retraso por una notable falta de inversión en los últimos años.
mil millones de euros va a movilizar la Unión Europea para reforzar su defensa
mil millones deberán ser aportados por los Estados miembros
Según un estudio de la Comisión Europea, el gasto combinado de la UE en defensa entre 1999 y 2021 aumentó en el 20%. En ese mismo periodo el gasto de defensa en Rusia aumentó en casi el 300% y el de China, el 600%.
La mayor parte de este nuevo paquete europeo de defensa, que había sido propuesto por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, corresponde a los esfuerzos que deberán realizar los Estados con cargo a sus presupuestos por un volumen de 650.000 millones de euros. La Unión permitirá a los Estados que los nuevos gastos en defensa hasta el 1,5% del PIB estén exentos de las reglas fiscales europeas. Los 150.000 millones de euros restantes serán asumidos directamente por la Unión mediante una emisión de deuda común. Los recursos totales adicionales en defensa en toda la UE pueden ascender a 300.000 millones de euros anuales, según Financial Times.
Más protección social
La obtención de los nuevos recursos para defensa requerirá la adopción de importantes medidas (impuestos, endeudamiento y reasignación de recursos o recortes en determinados departamentos). En cualquiera de los casos, supondrá importantes sacrificios de los ciudadanos, lo que exigirá que Europa eleve el nivel de protección en aspectos sociales y medioambientales. En definitiva, la Unión deberá profundizar en su unión política.
Hay que recordar que a Europa se le acumulan importantes compromisos pendientes. Por una parte, están las exigencias del Informe Draghi, que había encomendado la propia Von der Leyen, que exige destinar unos 800.000 millones de euros anuales a inversiones de innovación y modernización para que Europa pueda competir con EE UU y China. Por otra parte, los compromisos climáticos para garantizar la transición ecológica, que suponen otros 300.000 millones de euros anuales.
La exención de las reglas fiscales aplicada únicamente a los gastos de defensa ha sido contestada por los sindicatos. Esther Lynch, secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) ha manifestado que la seguridad es imposible sin una economía sólida y justa. “Y esto es imposible sin inversión en empleos de calidad y servicios públicos. Por eso insistimos en que se suspendan las normas de gasto de la UE. Europa no debe ser privada de sus valores y de su sólido modelo social”.

Un enfoque similar es el de Judith Kirton–Darling, secretaria general del sindicato europeo industriALL, que sostiene en Social Europe: “La defensa colectiva de Europa depende de la seguridad económica y de la estabilidad social”. Y precisa: “La capacidad de Europa para proyectar fuerza al exterior depende enteramente de la unidad interna, la seguridad económica y la estabilidad social”.
Afirma Kirton-Darling que la cláusula de salvaguardia de la UE “es para su uso en circunstancias excepcionales”, pero estima que la definición de la excepcionalidad de la Comisión Europea parece arbitraria. “Resulta provocador relajar las restricciones fiscales exclusivamente para el gasto en defensa, mientras se descuidan otras industrias estratégicamente vitales”, sostiene. Entre los sindicatos europeos hay una notable preocupación por la situación del Plan de Acción Industrial para el sector de la Automoción, escaso alivio para unos trabajadores que se enfrentan a una severa reestructuración con 90.000 recortes de empleo anunciados.
En este sentido, el economista Domènec Ruiz Devesa, eurodiputado socialista en el Parlamento Europeo en la pasada legislatura, considera “inaceptable que si haces una inversión en defensa no se tenga en cuenta como gasto para cuantificar el déficit público, pero los costes de construcción de un hospital sí que penalicen en el cálculo del déficit público”. Ruiz Devesa califica de injustificable el doble criterio que mantiene Von der Leyen en materia de endeudamiento. “Cuando Draghi planteó más endeudamiento común para financiar las inversiones necesarias para impulsar la innovación y la modernización de la economía europea, Von der Leyen se opuso”, recuerda.
mil millones los aportará directamente la Unión mediante una emisión de deuda común
En este contexto de refuerzo unilateral de la defensa europea, la socióloga Dominique Méda, presidenta del Instituto Veblen, ha señalado: “Parece que los europeos están despertando a todo lo que los une”, pero ha advertido de que una economía de guerra “solo será aceptable si viene acompañada de la promesa de un mayor bienestar social para los ciudadanos”. Méda señala los cambios registrados en la opinión pública europea. Recuerda: “Tanto la extrema izquierda como la extrema derecha han visto a la UE como un enemigo al que combatir, y la llamada a abandonarla siempre ha estado presente. Ahora, de repente, ha aparecido como una presencia familiar, tranquilizadora y protectora”. La presidenta del Instituto Veblen insiste: “En todo caso, lo que no nos podemos permitir es una focalización exclusiva en el pilar militar, en detrimento de la cuestión ecológica y de la cuestión social”.
Adoptar una perspectiva mucho más amplia que la de la defensa que es la que actualmente domina el escenario político es la preocupación del ex primer ministro italiano Enrico Letta. En su informe Mucho más que un Mercado, Letta explica que los mercados de servicios financieros, de telecomunicaciones y de energía son todavía mercados nacionales. En su opinión, “esta fragmentación es un punto débil dramático para la UE. En estos campos, nuestra división en 27 mercados distintos es un regalo a Wall Street y a los sistemas industriales americanos y chinos que explotan esta debilidad”.
El panorama de adversidades e incumplimientos de las iniciativas europeas ha generado un clima de frustración y desánimo que ha sido aprovechado para redoblar las críticas al proyecto europeo por quienes nunca confiaron en la Unión. En este clima de desconcierto resultan muy estimulantes las reflexiones del economista Thomas Piketty en Le Monde con el propósito explícito de lograr que los ciudadanos recuperen la confianza en Europa. El autor de El capital del siglo XXI, considera que es “falso” el diagnóstico que cree que habrá que cortar el gasto social para concentrarse en la única prioridad que vale la pena: la carrera que persiguen Trump y Putin sobre gastos militares. En su opinión, “en el plano económico la realidad es que Europa tiene perfectamente los medios (si resultan útiles) para perseguir varios objetivos al mismo tiempo”. Recuerda que durante los últimos 15 años, Europa ha registrado un excedente anual medio de la balanza de pagos del 2% del PIB, mientras que Estados Unidos tiene un déficit medio del 4% del PIB.

Marco democrático
A juicio del economista francés, autor referencial de los estudios sobre las raíces de la desigualdad económica, la cuestión principal es, ante todo, de naturaleza política e institucional. Piketty considera que no existe un marco democrático "en el que los ciudadanos europeos puedan decidir colectivamente cuál es la mejor manera de utilizar la riqueza que producen. Actualmente, estas decisiones se dejan en manos de unos pocos grandes grupos y de una delgada capa social de directivos y accionistas de empresas”. Ante esta fragilidad institucional propugna “una Unión Parlamentaria Europea basada en una lista estricta de países”. A pesar de todas las dificultades que aflora, el economista subraya: “Lo que es seguro es que la exigencia de Europa nunca ha sido tan fuerte y que los líderes deben responder con audacia e imaginación, más allá de los caminos trillados y las falsas certezas”.
La verdad es que la Unión dispone de recursos más que suficientes para financiar sus necesidades. Letta en su informe ya había expresado su preocupación por la salida de más de 300.000 millones de euros de las empresas y los ahorradores europeos hacia Estados Unidos para financiar actividades económicas en aquel país.
Con este mismo enfoque coincide el economista Domènec Ruiz Devesa, al apuntar: “En Europa hay mucho dinero, solo hay que tener en cuenta las ganancias anuales de algunos sectores como el financiero y el energético que, en su opinión, tendrían que contribuir mucho más”. Lamenta que en el debate actual solo se plantean dos vías para lograr más ingresos: el endeudamiento y el recorte del estado del bienestar. Sostiene que hay un tercer elemento fundamental para aumentar los ingresos que es el de la fiscalidad europea, pero que no se ha desarrollado. Así recuerda que cuando se aprobaron los Fondos Next Generation, para afrontar la pandemia y la transición económica (750.000 millones de euros) “la Comisión Europea aprobó nuevas figuras de ingresos con impuestos propios que han tenido muy pocos resultados.


El legado de Roosevelt
Desde una óptica más crítica, es relevante el análisis del catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla Juan Torres López, que tiene en cuenta las medidas adoptadas por el presidentes de EE UU Franklin D. Roosevelt cuando tuvo que declarar el estado de guerra ante la amenaza nazi y el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941. Torres explica que Roosevelt “introdujo un impuesto general sobre la renta con un tipo máximo que en 1944 fue del 91%, pidió préstamos masivos y multiplicó el gasto público por 10. En solo cuatro años gastó más dinero (en dólares de aquel momento) que desde que se fundó su país, 152 años atrás”.
El profesor Torres es especialmente crítico con las políticas de las autoridades europeas: “El discurso de los dirigentes europeos”, afirma, “es mentiroso, catastrofista y amenazante. Busca generar miedo en la población, exagerando las amenazas y mintiendo para que se acepten sin rechistar sus propuestas”. Recuerda: “Ya lo hicieron en la crisis originada a partir de 2007–2008. Amenazaban con el colapso total de las economías si no se aplicaban cuantiosos recortes del gasto social y resultó como muchos advertimos, que fueron sus políticas de austeridad las que, en realidad, provocaron su derrumbe. Decían que no había dinero para bienestar cuando lo hubo y dieron sin límite billones de euros a los bancos privados y a las grandes empresas. Ahora tratan de hacer lo mismo”.
La realidad es que en materia fiscal, Europa tiene una tarea mucho más prioritaria como es acabar con los paraísos fiscales internos, especialmente Luxemburgo e Irlanda, que en este último caso ya han empezado a poner límites. Hay que recordar que Apple deberá devolver a Irlanda más de 13.000 millones de euros por impuestos no declarados como consecuencia de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Aunque las cuestiones de defensa son las que están ocupando el primer plano del debate político, las consecuencias de la guerra comercial provocada por la subida de aranceles ya son palpables en la economía. El Banco Central Europeo (BCE) estima que la subida de aranceles del 25% por parte de EE UU a las importaciones europeas podrían reducir el crecimiento económico en medio punto del PIB y elevar la inflación también en cinco décimas. Los daños económicos del cambio de bando de Washington serán mucho más graves e inmediatos de lo que se había previsto inicialmente.