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En lo digital, un déficit de política

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Ilustración
Generado por IA

Es frecuente que quienes abogan por exponencializar el cambio tecnológico argumenten en contra del intento de regular las tecnologías del siglo XXI con instituciones y procedimientos del siglo XIX o anteriores. Denuncian que las estructuras regulatorias (democráticas) tradicionales son complejas, fragmentadas e incapaces de tomar decisiones al ritmo de la evolución actual de las tecnologías. Defienden la revolución en lo tecnológico, pero son conservadores en lo político.

La expectativa de un gran impacto futuro de la IA en la economía está dando lugar a un frenesí inversor en esta tecnología, lo que propicia un flujo continuo de anuncios de nuevos productos y aplicaciones. La política va más despacio. Han transcurrido tres años entre la aprobación de la AI-Act en marzo de 2024 y la primera propuesta de la Comisión Europea sobre regulación de la IA, que a su vez tuvo lugar tres años después de la publicación de Artificial Intelligence for Europe, el primer documento estratégico de la Comisión Europea sobre esta tecnología. Así y todo, hay dudas acerca de la efectividad de una regulación tan compleja (459 páginas), cuya completa entrada en vigor quizá no tenga lugar hasta 2026.

Hay un paralelismo entre esta situación y la de episodios anteriores de innovación digital. La apertura de Internet al público a principios de la década de 1990, a la que se añadió poco después la aparición de la www, generó también una oleada de expectativas en positivo. Netscape, una empresa que creó un navegador gratuito para la www, salió a bolsa en agosto de 1995, tan solo 16 meses después de su creación, con una valoración espectacular para la época. Ello, aparte de convertir en multimillonarios a sus promotores, marcó el momento Big Bang de una burbuja especulativa que duró apenas cinco años antes de explotar. La aparición del concepto de Web 2.0 en 2004, convertido hoy en el de medios sociales, disparó un nuevo episodio de expectativas desmedidas, que Mark Zuckerberg y sus inversores aprovecharon, para bien y para mal, creando Facebook y convirtiéndolo en un gigante de la red.

Hay, sin embargo, un rasgo común entre el despliegue de estas tres tecnologías (www, Web 2.0, IA generativa) que los aceleracionistas no acostumbran a mencionar: ellos están siendo los primeros beneficiados de la falta de agilidad de los mecanismos y estructuras democráticas de regulación de las nuevas tecnologías. Una democracia ágil hubiera reaccionado antes y mejor a rasgos hoy evidentes de la expansión tecnológica, descritos ya por Neil Postman en una conferencia en 1998. Cuestionaría que la transformación digital se presente como un proceso natural de creación destructiva al que la sociedad no tiene otra opción que adaptarse. También a dar por sentado que lo digital que se crea es más relevante que lo analógico que se relega o elimina. Y a considerar como inevitable que difusión de lo digital en la sociedad conlleve tantas externalidades negativas de las que nadie se hace responsable, además de un reparto desequilibrado de riqueza y poder.

Según la prestigiosa economista Carlota Pérez, las revoluciones tecnológicas empiezan por una fase de inversión especulativa que se justifica en expectativas sobredimensionadas sobre la innovación tecnológica. Pero una vez se entiende mejor su potencial real, se requiere un cambio institucional y regulatorio que corrija las desviaciones y oriente la evolución de las tecnologías hacia el máximo beneficio social. Concluye, en consecuencia, que el frenesí actual en torno a la IA es un indicador de que la revolución digital está todavía en esa primera fase especulativa, motivo por el que considera el cambio del contexto político-económico "la tarea más urgente de nuestro tiempo". 

Aunque parezca una propuesta algo ingenua en un momento en que el prestigio de la política está en horas bajas, es más que pertinente ahora exigir que sea la tecnología la que se someta a la política y no a la inversa. Ello requiere renovar conceptos y prácticas tanto en el ámbito de la tecnología como de la política. Hay quienes se están poniendo a ello. Temas para futuras columnas de esta trastienda.