La fe movía montañas
La editorial porteña Punto de Encuentro ha recuperado esta obra de culto, publicada inicialmente en 1967, del escritor y periodista francés Jacques Peyroles, que firmaba como Gilles Perrault, sobre La Orquesta Roja, la extraordinaria red de espionaje comunista que tantos quebraderos de cabeza dio a los nazis durante la II Guerra Mundial. La reedición de este clásico, que se lee como un thriller en la mejor tradición del Nuevo Periodismo, no podía ser más oportuna tras la guerra en Ucrania y los peligros simultáneos de burda manipulación de la historia por parte de los invasores y de tics de rusofobia en algunos sectores parapetados tras la legítima defensa. Pese a su fama, la actual red de espionaje rusa, de la que el mismo Vladímir Putin es un exponente, está muy lejos de la soviética de antaño, que contaba con una fuerza adicional inigualable: la fe en el porvenir de millones ciudadanos del mundo entero dispuestos a unirse a la causa.
Las guerras de EE UU
Brechas que rompen España
Un programa socialdemócrata para reforzar la cohesión.
El economista Jordi Sevilla integró el núcleo duro de la primera etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, pero sin llegar a entrar nunca en la definición de la política económica, que quedó siempre en manos más vinculadas a la ortodoxia social-liberal. En este libro, Sevilla analiza con rigor y solvencia la situación económica de España más allá de la coyuntura y desde un paradigma socialdemócrata, que pone el foco en la cohesión. El autor se escandaliza de que el debate público gire alrededor del supuesto peligro de que el país se rompa como consecuencia de las tensiones nacionalistas. En cambio, no se atienda a las brechas que amenazan de verdad la cohesión. Sevilla identifica seis y apunta propuestas concretas para revertirlas: ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, rural y urbano, analógico y digital, y, finalmente, turbocapitalismo (más innovador e internacionalizado) y retrocapitalismo. Los autoproclamados patriotas harían bien en tomárselas en serio.
Liberarse del trabajo
El rostro humano de la economía
Más derechos, mejor economía
Para el autor, los avances tecnológicos y la inteligencia artificial, que permiten nuevas formas organizativas, todavía hacen más necesario un derecho del trabajo en declive.
Habrá quien piense que la obligación de abrocharse el cinturón de seguridad o la de no conducir cuando se ha bebido alcohol son imposiciones paternalistas que cohartan la libertad individual. La cuestión es que con reglas de este tipo muere menos gente en accidentes de tráfico. La sociedad sale ganando, y de ahí que las autoridades intervengan. Pues con la regulación laboral sucede algo parecido. A la economía en su conjunto y las propias empresas les va mejor con una regulación que proteja los derechos laborales.
Sí, el mensaje del profesor de la Universidad de Valencia Adrián Todolí va en línea contraria de lo que venimos escuchando y leyendo desde hace más de cuatro décadas: que en una economía globalizada, para ser competitivo, hay que ser lo más barato posible, además de flexible. Frente a los paladines del derecho laboral, las voces predominantes en la economía predican, siguiendo la estela del Consenso de Washington, la desregulación.
En su doble condición de jurista y economista, Todolí niega la mayor en Regulación del Trabajo y política económica. De cómo los derechos laborales mejoran la economía. No hay disyuntiva entre ambas disciplinas, sostiene, ni tampoco entre crecimiento económico y eficiencia económica, por un lado, y regulación, por el otro. De hecho, el autor de una obra disfrazada de libro para especialistas esgrime que, en puridad, la desregulación no existe. ¿Qué son, si no, la política monetaria, la comercial y la fiscal?, argumenta.
El libro da munición empírica a quien defienda que los derechos de las personas trabajadoras deben respetarse, más allá de los valores —estar en contra de la explotación y la discriminación, por ejemplo—. Su tesis: existe abundante investigación académica que permite sumar a los valores datos de que a la economía, y a las democracias, les conviene abrazar el Estado social.
"Es compatible el derecho laboral con las necesidades de las empresas, flexibilidad no significa desregulación y bajos salarios", precisaba la voz autorizada del catedrático de Derecho de Trabajo y Seguridad Eduardo Rojo en la presentación del libro de Todolí, organizada en septiembre por el Consejo Económico y Social de Barcelona (CESB).
Aunque se hable de "mercado de trabajo", uno de los aspectos clave en los que incide el libro es el de que la ley de la oferta y la demanda no es aplicable a la interacción entre empresas y mano de obra. Las personas no son bienes, y en una decisión laboral pesan sus expectativas, las oportunidades reales y el miedo a encontrar o no algo mejor.
La polarización del trabajo y la importancia del salario mínimo y la negociación colectiva son algunas de las ideas en las que insiste Todolí, cuya propuesta pasa por que el derecho laboral sea aplicable a cualquiera que trabaje, más allá de si depende jurídicamente de una empresa vía contrato.
Para el autor, los avances tecnológicos y la inteligencia artificial, que permiten nuevas formas organizativas, todavía hacen más necesario un derecho del trabajo en declive. Además de leyes, harán falta también autoridades determinadas a hacer que se cumplan.
‘El Diluvio’, sin leyenda negra
El estudio pendiente de un gran diario de la II República.
El periodista Gil Toll está realizando un gran trabajo por sacar del olvido algunos de los diarios clave de la II República que increíblemente seguían olvidados. Primero rescató la historia de El Heraldo de Madrid, cabecera tan importante que incluso precipitó la huida de Alfonso XIII al leer en sus páginas que el plebiscito de facto de 1931 lo había ganado la República. Y ahora hace lo propio con El Diluvio, el gran diario republicano de Barcelona, cuya leyenda negra, alimentada por sus detractores (desde los lerrouxistas hasta la derecha nacionalista catalana) persistía a causa de la derrota de la República.
Esta minuciosa investigación, surgida de una tesis doctoral, hace trizas muchos mitos y realza la importancia y profesionalidad de este diario. Mitos incluso ante la Cataluña de hoy: el gran periódico que apoyó a ERC en la década de1930 se escribía en castellano y era federalista.
El cambio climático ya está aquí
Alterar nuestras vidas para evitar la catástrofe.
El cambio climático es el mayor desafío de la humanidad en este siglo XXI y va a cambiar drásticamente el modo en que consumimos, trabajamos y nos relacionamos con los demás. De hecho, los cambios ya han empezado, aunque no nos demos cuenta o nos resistamos a reconocerlo. El economista Isidoro Tapia, especializado en temas energéticos, nos invita a hacer un recorrido por este “mundo nuevo” para familiarizarnos con unas transformaciones a las que no tenemos más remedio que acostumbrarnos. “Nos resistimos a creer que nuestra vida vaya a cambiar”, afirma el autor, “pero va a hacerlo”.
Estamos ante un libro escrito con afán didáctico y sin sesgos ideológicos, trufado de ejemplos cotidianos para comprender el origen y la gravedad del problema. Sostiene Tapia que el cambio climático es, por encima de todo, intergeneracional, y que cuanto más se vayan notando sus efectos, más se agrandará la brecha entre jóvenes y adultos. Para evitar la catástrofe, el autor cree que la sociedad debe responder ya a una cuestión fundamental: ¿A cuánto del presente estamos dispuestos a renunciar para preservar el futuro?
Medio en broma medio en serio, Tapia apunta que los libros sobre el cambio climático no se leen. Quizás tenga razón. Si el lector quisiera romper la tendencia y ojear al menos uno, este no sería mala opción.
¿Vivir para trabajar?
Invitación a revisar las bases de la organización social.
Este es un libro delicioso, à la Yuval Noah Harari, con luces largas de millones de años y enfoque multidisciplinar, aunque con predominio de la antropología, alrededor de una pregunta: ¿por qué trabajamos tantas horas, a costa incluso de dejar escapar la vida?
La respuesta obvia es que lo necesitamos para sobrevivir. Pero ello no es sino una gran paradoja puesto que en periodos de mayor escasez había suficiente para todos dedicando apenas tres horas al día a buscar el sustento: según el autor, “durante el 95% de la historia de nuestra especie el trabajo no ocupó el lugar sagrado que tiene ahora”. La clave no sería pues la riqueza, sino su reparto y las necesidades subjetivas.
El libro sostiene que la agricultura no liberó al ser humano, sino que lo esclavizó al trabajo, las jerarquías, la desigualdad y las guerras a gran escala. Puede que la utilidad práctica de este recorrido histórico sea limitada, pero la sacudida a nuestros prejuicios está garantizada.
Inteligencia artificial y bien común
El futuro de la IA lo construye una tribu homogénea que trabaja para Amazon, Google, Apple, Facebook, IBM, Microsoft, Baidu, Alibaba y Tencent.
La inteligencia artificial (IA) es un sistema que replica o imita la inteligencia humana... sin el estrés ni las limitaciones de las personas. Ya hoy, sin que nos demos cuenta de ello, influye en nuestras vidas. Y moldeará la civilización. ¿Pero quién decide cómo? La futuróloga estadounidense Amy Webb, profesora en NYU, alerta sobre el riesgo de que, en lugar de mejorar la condición humana, la IA se pliegue a los caprichos de Wall Street. O a los de China, sin remilgos con la privacidad y la seguridad. Webb no ve en las tecnológicas el villano de la peli, pero llama a los gobiernos a concebir la inteligencia artificial como un bien público y una oportunidad de prosperidad que debe planificarse en cooperación y en el que es imperativo invertir.