Rusos y ucranianos en busca de su identidad
La mirada de la periodista Pilar Bonet ofrece una perspectiva fundamental para entender hoy a Rusia
Pilar Bonet, la periodista española que mejor conoce Rusia, cuyas crónicas son material de consulta obligada para investigadores y diplomáticos, expone su propia visión del país fundamentada en un extenso trabajo de campo. Este libro ofrece una mirada reflexiva que ayuda a comprender mucho mejor el trasfondo de la guerra con Ucrania. Bonet, corresponsal de El País, durante más de 30 años en la antigua Unión Soviética y en Rusia, ha seleccionado los materiales de sus cuadernos que recogen las vivencias de los numerosos personajes que ha entrevistado.
El dominio tanto del idioma ruso como del ucraniano le han permitido transmitir fielmente los sentimientos, la cultura y las vicisitudes políticas que han experimentado sus ciudadanos. “Rusia es una nación sin Estado, pero que tiene un imperio”, reflexiona la autora. “El problema”, precisa, “es que la columna vertebral de este Estado era el Partido Comunista, y al desaparecer ha quedado desvertebrado”.
El libro recoge las vivencias de muchos personajes, de gentes recias como las de la región del Donbás, endurecidas por el carbón y el metal o historias como las de la fábrica Izolyatsia y las secuelas de su privatización. La autora combina los reportajes con los análisis de episodios políticos decisivos como “la otra conferencia de Yalta” de agosto de 2014, impulsada por el Kremlin para promover el desmembramiento de Ucrania mediante la creación de la Unión de Repúblicas Populares integradas por las provincias de Donetsk y Lugansk.
A través de diversos relatos y reflexiones políticas, Bonet va encajando las piezas de la historia de un país con una gran cultura que la periodista define como “europea, aunque los grandes escritores como Tolstoi y Dostoievski no tienen nada que ver con los gobernantes de hoy”.
Cómo costear una renta básica
Los autores proponen reformar el IRPF, crear un tributo sobre la riqueza y gravar las emisiones de CO2
Cuando alguien plantea que cualquier persona debe tener derecho a percibir una cuantía económica mínima que garantice su subsistencia con independencia de si trabaja o no, de si tiene dinero o no, de su edad o de su sexo, la reacción más habitual es responder que se trata de una utopía demasiado cara. Pero otras reacciones tienen más que ver más con la filosofía de la propuesta, que desplaza la centralidad del trabajo en nuestra vida. Hoy, salvo en el caso de quienes disponen de propiedades en alquiler o de grandes inversiones financieras, la primera fuente de ingresos, por exigua que sea, viene del empleo remunerado. Es la llave de acceso a pensiones y prestación por paro o, con suerte, a préstamos o a un alquiler. Una renta básica universal (RBU) sería una revolución.
Según cómo se financie, esta medida podría socavar el estado de bienestar —si es a costa de recortar la sanidad o la educación— o bien reforzarlo con un nuevo pilar que ayude a erradicar la pobreza, a disminuir las desigualdades y a batallar contra la concentración creciente de la riqueza.
Es esta última la propuesta de los economistas Jordi Arcarons, Julen Bollain, Daniel Raventós y Lluís Torrens, que llevan muchos años impulsando una idea que ha ido ganando adeptos desde la crisis de 2008 y, más aún, tras la pandemia. Los autores ya habían escrito con profusión sobre la cuestión, pero en este libro conjunto bucean en pozos estadísticos como el Panel de Hogares y la Encuesta de condiciones de vida para ofrecernos una detallada radiografía de la pobreza, la desigualdad y la concentración de la riqueza, que les lleva a preguntarse, no por el coste de la RBU, sino por el de no implantarla. Conscientes de los nervios que tocan, acompañan el ejercicio con gráficos, tablas, fórmulas matemáticas y simulaciones que permiten debatir la propuesta con datos, más allá de apriorismos.
En defensa de la renta básica provee de argumentos sobre las posibilidades de financiarla simplificando y haciendo más progresivo el IRPF, creando un impuesto sobre la riqueza y actuando en materia de fiscalidad sobre las emisiones de CO2. Junto con el ahorro en prestaciones —que una RBU sustituiría total o parcialmente— y la aplicación de un tope a las rentas desorbitadas, el coste resultante oscilaría entre los 9.500 y los 14.000 millones de euros. Los autores, que también incluyen cálculos sobre una renta básica europea, dan ideas sobre cómo cubrir este extra, fraude fiscal aparte.
En este sentido, la utilidad del libro pasa por leerlo sin prejuicios. La resistencia a la renta básica es de derechas y de izquierdas. A menudo, se prefiere poner el foco en mejorar el empleo y en perfeccionar las ayudas a la población pobre, condicionadas a que se busque empleo, como el ingreso mínimo vital (IMV) o las rentas mínimas autonómicas. Los autores se esmeran en mostrar los límites de la eficacia de estos sistemas asistenciales, incluso en el caso de los más avanzados, como el de Euskadi. El rechazo a la renta básica se ha evidenciado en las críticas contra el plan piloto puesto en marcha en Cataluña, uno de los de mayor alcance hasta la fecha, cuya materialización está en el aire.
La ignorada vida de los expósitos
Emotiva radiografía social de la sociedad rural vasca
Karmele Aguirrezabala Mundiñano aprovecha las indagaciones en la historia de su saga familiar para testimoniar la vida de los ignorados niños expósitos (ekarritakoak) en la sociedad rural vasca de principios del siglo XX. Bien documentada y con emotiva sensibilidad, ajena a todo sentimentalismo, la autora describe las tremendas experiencias de niñas que eran enviadas a servir en casas ajenas a los nueve años.
El libro es una auténtica radiografía social de las clases trabajadoras vascas, su extrema pobreza, las duras condiciones laborales y, sobre todo, el espíritu de lucha que empujaba a las mujeres. Son vivencias narradas sin asomo de resentimiento que dibujan una sociedad con fuertes lazos de solidaridad familiar y vecinal que explican la bondad de los personajes y el ánimo de superación que ha guiado sus vidas.
Deconstruir a Keynes
¿Puede la aplicación del ideario del economista británico mejorar de verdad la situación de las clases trabajadoras?
Esta es la pregunta que plantea Dominic Alexander en un nuevo libro sobre el pensamiento del economista que inspiró las políticas económicas de Occidente después de la II Guerra Mundial hasta la década de 1980 y volvió al primer plano tras la crisis financiera de 2007-2008, cuando el dilema entre la austeridad y el gasto público para estimular la demanda se resolvió —tras un breve paréntesis forzado por el pánico— con recortes a mansalva.
El autor, miembro de la organización marxista británica Counterfire —que apoyó el liderazgo de Jeremy Corbin, la independencia de Escocia y el brexit—, reconoce que el keynesianismo conduce a reformas del sistema favorables a los trabajadores, pero subraya que, a la vez, supone "la rendición a los intereses del capital". Alexander admite, sin embargo, el peligro de que rechazar hoy las políticas reformistas basadas en Keynes lleve a los revolucionarios a "un callejón sin salida sectario".
Como apunta Antoni Soy en la presentación del libro, que además ha traducido, estamos ante un trabajo iluminador para los activistas de partidos, movimientos sociales o sindicatos que batallan contra el capitalismo desde una perspectiva socialista.
La estadística tiene poder
Una guía para distinguir la propaganda de la ciencia
La estadística es una ciencia árida para los profanos, pero que condiciona muchas de las grandes decisiones económicas, políticas y sociales, desde los medicamentos aprobados por las autoridades hasta las encuestas preelectorales, pasando por las inversiones públicas decididas en función de tal o cual estudio sobre el impacto que tendrán, ya sea en el mercado de trabajo o en el PIB.
De ahí la importancia de tener unos conocimientos mínimos tanto de los principales conceptos de la disciplina como del método y las técnicas empleadas en cada caso. Solo así se dispondrá de las herramientas necesarias para poder detectar hasta qué punto los estudios que condicionan el debate público son científicos o forman parte de un esquema de propaganda. Esta es la formación que aporta este valioso libro, duro pero también didáctico, que también ayudará a leer mejor los medios de comunicación, que demasiado a menudo divulgan barbaridades por falta de pericia con la estadística.
Ni burguesa ni proletaria
La clase profesional es parte de la clase dominante sin serlo siquiera. Sirve al capitalismo, aunque vote a la izquierda
En el prólogo a Ni arriba ni abajo, Laure Vega describe así el elefante en la habitación de la izquierda: hay una diferencia sustancial entre que tu madre friegue suelos y que a tu madre se los frieguen mientras diseña un edificio en su estudio. La clase profesional-directiva —intelectualidad, investigación, profesorado, publicidad, diseño, periodismo, arquitectura, gerencia... siempre con educación superior— desafía el choque marxista clásico entre proletariado y burguesía. El libro es una interesante radiografía de esta capa social, a no confundir con la clase media: controla el acceso a los medios de producción (no son suyos), ejerce su disciplina con desprecio o paternalismo sobre el obrero... y no deja de ser gente asalariada, que defiende sus derechos laborales (más vía colegio profesional que sindicato). Se gestó a finales del XIX y, hoy, a ella ya no es ajena la precariedad.
La geopolítica en un chip
El mejor libro del año, según The Economist, retrata la complejidad de nuestro mundo a través de la complejidad de la fabricación de chips
Para el profesor de Historia Internacional de la Universidad de Tufts Chris Miller, los semiconductores son el factor que definen la política internacional, la estructura económica y hasta la primacía militar de nuestro mundo. Igual que sin el petróleo y sus derivados no se puede comprender el estilo de vida de Occidente del último siglo y medio, para que funcionen móviles, aviones, radares, ordenadores, coches, misiles, o para que la inteligencia artifical distinga si un animal peludo es un perro o un gato, se necesitan semiconductores. Hasta Amazon y Google trabajan en sus chips.
Este sector protagonista en la fundación de Silicon Valley —suele atribuirse a los creadores de Fairchild Semiconductor, la empresa que introdujo en el mercado el primer circuito integrado comercialmente viable— descubrió la globalización mucho antes de que esta palabra empezara a circular. Y aunque el Ejército estadounidense hace mucho que incrusta chips en satélites y torpedos, nadie hizo mucho caso al desarrollo de las distintas partes de su cadena productiva. Bastante tuvieron que ver, según el autor, con el fin de la Guerra Fría, que ganó Silicon Valley.
Pero llegó la pandemia, asustaron los cuellos de botella, arreció la guerra tecnológica entre EE UU y China. Y en Washington, Pekín, Tokio y las capitales europeas los Gobiernos abrieron los ojos. Las ayudas masivas para incentivar la producción en casa y las cortapisas a China marcan la pauta.
Miller aborda un tema actual y oportuno en un libro en el que se mezclan historia, geopolítica, tecnología, economía y hasta relatos de espías, basado en entrevistas a científicos, ingenieros, responsables públicos y directivos de empresas de las que dependen nuestras vidas.
Reinventar el capitalismo (o morir)
Martin Wolf lanza una seria advertencia: o el actual modelo económico cambia de dirección o estamos abocados al desastre
Para Martin Wolf, la economía de mercado y la democracia liberal son un matrimonio complejo, pero inseparable. Ambos son, en su opinión, aspectos complementarios de la libertad y la dignidad humanas, y juntos conforman un sistema que garantiza la prosperidad siempre que funcione con normas fiables y no según los caprichos de los poderosos.
El problema, según el prestigioso columnista del Financial Times, es que ya no somos capaces de combinar el buen funcionamiento de la economía de mercado con una democracia liberal estable. El sistema, por tanto, está en peligro. Este libro trata de explicar por qué y propone medidas para salvarlo.
Sostiene Wolf que el capitalismo ha dejado de proporcionar la prosperidad compartida y la seguridad que exige la ciudadanía, como demuestran los estragos causados por la crisis financiera de 2007-2008 —agravados posteriormente por la pandemia y la guerra en Ucrania—, que, en lugar de bienestar, han traído desigualdad, empleos de baja calidad e inestabilidad económica. El auge del populismo y el autoritarismo son, para él, un síntoma de la consiguiente pérdida de confianza de la ciudadanía en el sistema.
El enemigo, advierte el autor, no está fuera, sino dentro. A la hora de repartir culpas, señala con el dedo el egoísmo de las élites y las ambiciones de los aspirantes a déspotas, y se muestra especialmente duro con Donald Trump y el Partido Republicano estadounidense por haber dejado de acatar las normas democráticas fundamentales. Si algunos llegaran a caer en manos de “élites depredadoras, miopes y amorales” —algo que Wolf considera muy probable—, corren el riesgo de acabar como acabó la República romana. Sin élites decentes, afirma, la democracia perecerá.
¿Qué se puede hacer para salvarla? Partiendo del New Deal de Franklin D. Roosevelt, que sacó a EE UU de la Gran Depresión y sentó las bases del estado de bienestar—, el periodista y economista británico pone sobre la mesa cinco objetivos para reformar el capitalismo: 1) un nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible; 2) buenos empleos para quienes puedan trabajar y estén dispuestos a hacerlo; 3) igualdad de oportunidades; 4) seguridad para quienes la necesitan, y 5) fin de los privilegios para unos pocos.
Con la perspectiva que da medio siglo de carrera profesional, Wolf subraya que la gran lección que nos dejó el siglo XX es que las empresas no pueden ser libres de hacer lo que les plazca, que los económicamente poderosos deben pagar sus impuestos y que el Estado debe ser a la vez competente y activo, pero también responsable y respetuoso con la ley. En su opinión, la renovación del capitalismo y de la democracia debe estar guiada por la idea de ciudadanía. “No podemos pensar solo como consumidores, trabajadores, empresarios, ahorradores o inversores”, escribe. “Debemos pensar como ciudadanos”.
Confiesa Wolf que siente miedo ante la posibilidad de que sus nietos acaben viviendo “en un mundo orwelliano de mentiras y opresión”, un mundo que está surgiendo no solo en China o en Rusia, sino en grandes democracias.
Nueva cultura de paz
Una propuesta de agenda pacifista, actualizada y ambiciosa, para el siglo XXI
Vicenç Fisas, referencia en España de la investigación académica sobre resolución de conflictos y estudios por la paz, propone una muy pensada agenda para adaptar el pacifismo a los grandes retos del siglo XXI, justo cuando más falta hace ante el avance de soluciones belicistas.
Fisas sugiere ampliar el foco para ir más allá del pacifismo tradicional —antimilitarista— y convertir la cultura de paz el eje central de un enfoque global que aborde el calentamiento global, gestione mejor los conflictos y promueva la buena gobernanza, el desarme, los derechos humanos y la lucha contra la violencia machista.
El libro recoge la experiencia de una vida dedicada a la cultura de la paz de forma didáctica y con una batería razonada de propuestas que muestra un horizonte realista y ambicioso a la vez: merece la pena tomárselo en serio.
Codicia y poder
Este libro agrieta la reputación de McKinsey, la consultora más influyente del mundo
Casi un centenar de entrevistas a personas que trabajan para la firma y a otras que lo hicieron en el pasado —más el acceso a la cámara secreta de clientes y honorarios de una empresa opaca—, han permitido a dos periodistas del New York Times destapar posibles conflictos de interés y una ética dudosa.
El subtítulo del libro de Walt Bogdanich y Michael Forsythe — Cómo McKinsey dirige el mundo—, puede parecer exagerado. Después de leer su investigación, sin embargo, parece quedarse corto. En las políticas migratorias de la Administración de EE UU está McKinsey. En la políticas de deslocalización de múltiples empresas a India está McKinsey. En el refuerzo del poder del Estado chino está MckKinsey. La consultora asesora a la vez a la la industria farmacéutica y trabaja para la FDA, agencia del Gobierno que regula los medicamentos.
Las compañías acuden a McKinsey en busca de más beneficios y más eficiencia. Y eso recomienda, a veces, cambios en los sistemas de mantenimiento o de seguridad que han tenido consecuencias nefastas, con pérdidas de vidas. En la siderúrgica US Steel o en Disneylandia. Pero, como el resto de consultoras, la firma no hizo nada. Solo recomendó (y percibió sus honorarios).