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Cómo descarbonizar los sectores económicos

El cambio de fuentes de energía requiere una redefinición de las distintas actividades productivas y su adaptación a las nuevas disponibilidades y costes

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Descarbonizar, hidrógeno, emisiones de CO2, lucha contra el cambio climático, un futuro sin fuentes fósiles, etc. son conceptos que últimamente han ido llenando muchas directivas, normativas, noticias, discursos políticos e incluso se han convertido en un lenguaje plenamente de moda para la sociedad y en consignas de combate ideológico para muchos movimientos sociales. 

Está claro que todo ello viene motivado por la necesidad urgente de asumir los retos que presenta el cambio climático, a toda luz evidente en forma de crisis de diverso signo: aumento de temperaturas, inundaciones, catástrofes meteorológicas...

Todos los argumentos que podemos utilizar para justificar la descarbonización tienen un peso muy importante. La inacción en este terreno puede provocar una serie de consecuencias e impactos no solo en el medio ambiente y el clima, sino también en la economía, la salud pública, la cohesión social y el bienestar, por lo que es imprescindible reducir las emisiones de carbono y mitigar los efectos del cambio climático.

El papel de la declaración de huella de carbono

A nivel mundial se habla de las diferentes aproximaciones para promover la descarbonización. Ejemplos que ilustran esta situación los hay en China —definida por una promoción totalmente impulsada desde el Estado—, en Estados Unidos, con una promoción basada con la política de estímulos fiscales y subvenciones directas —el clásico palo y zanahoria—, o la propia Europa, con una política de promoción de la descarbonización buscando un equilibrio entre los aspectos punibles y un moderado apoyo (comparado con China y EE UU) para alcanzar las metas necesarias. 

En cualquier caso, una de las características europeas es la demanda de autocontrol de las emisiones de los gases de efecto invernadero —la llamada autodeclaración de huella de carbono por cada entidad o cada empresa a partir de un cierto tamaño—, que se hará extensiva de manera progresiva al conjunto de la economía. Se pueden observar desde ya las graves dificultades que tendrán las pymes españolas para responder a las exigencias de descarbonización, que no solo provienen del enfoque punitivo por no cumplir con los estándares definidos, sino también del hecho de que muchos clientes expresarán sus preferencias por adquirir suministros a aquellas empresas que cumplan condiciones de sostenibilidad acordes a las exigencias sociales y ambientales.

El análisis previsible de estas declaraciones nos lleva a que hay subsectores económicos con particularidades —el cemento, el petroquímico, el de los fertilizados nitrogenados...—, pero también a que la gran mayoría tienen dos cosas en común: a todos ellos que les hacen aumentar la huella de carbono y requieren de urgentes actuaciones para caminar hacia una nueva situación descarbonizada o, mejor dicho, desfosilizada. 

Por una parte, se ha de actuar en las fuentes energéticas basadas en combustibles fósiles y, por otra, los medios usados para el transporte de productos y personas basados también en la motorización de combustión interna utilizando fósiles. REPowerEU ya describe la urgente necesidad de electrificar con el uso de sistemas basados en bombas de calor y con hornos eléctricos y la necesidad de promover el transporte con motorización eléctrica, ya sea con baterías o con pila de combustible. 

El camino está descrito y las vías para las soluciones están ya definidas. No es necesario inventar nuevas soluciones. La transición energética, clave del proceso de descarbonización, requiere de nuevos modelos energéticos basado en el despliegue de fuentes renovables que, a su vez, implicarán una redefinición de los procesos productivos y los modelos de organización de trabajo y la producción en los diferentes sectores económicos. 

En algunos casos, esta redefinición implicará una verdadera reindustrialización y en otras situaciones requiere una significativa reestructuración. Procede, pues, diferenciar entre las particularidades de cada subsector (cemento, fertilizantes, petroquímico...) que precisa de sus propios planes de reindustrialización y las soluciones de carácter global, que afectan a la mayoría de los sectores económicos, que necesitan un urgente plan de electrificación para alcanzar su desfosilización tanto para reemplazar las fuentes energéticas para producir calor (en gran medida procesos por debajo de los 300ºC) como para cometer una reestructuración del sector. logístico y del transporte pesado basado en nuevos modelos sin fósiles.

Una red eléctrica apropiada para una electrificación efectiva

Los números cuantitativos de la energía final consumida son bastante claros. A grandes cifras y, por ejemplo, para Cataluña, solamente el 25% (^50TWh) son de fuente eléctrica actualmente. El reto es reemplazar el 75% restante (150TWh), excepto ganancias en eficiencia y ahorros, que ahora son de origen fósil. Aunque se descuente aquellos subsectores de difícil electrificación que deben hacer el esfuerzo de redefinirse y configurar cómo serán en 2050, hay que prever que la red eléctrica deberá ofrecer una capacidad al menos tres veces mayor que ofrezca energía eléctrica totalmente renovable sea de Km0 o de importación. También hay que tener en cuenta que la introducción de las nuevas tecnologías digitales —internet de las cosas, big data, industria 4.0, centro de datos, blockchain, y la propia inteligencia artificial...— hacen incrementar la demanda eléctrica. En el último informe del Observatorio de Energías Renovables de Cataluña (OBERCAT), correspondiente a 2023, ya se indica que la segunda fuente de energía eléctrica en Cataluña es la importación y que si esta demanda continúa incrementándose harán falta nuevas líneas de muy alta tensión cruzando el territorio para llegar a las áreas de consumo. 

Obviamente, la previsible electrificación de los sectores económicos necesita inexorablemente un incremento de la capacidad eléctrica para poder abordar su descarbonización y el abandono de las fuentes fósiles tanto para producir energía térmica como por las necesidades de su logística y transporte. Y este es un gran reto con más actores: Red Eléctrica, distribuidoras, comercializadoras, y administraciones.

Por lo tanto, debemos sumar a la planificación una fuerte actividad de coordinación y negociación entre diversos agentes y actores.

Este constituye el principal reto para alcanzar el decrecimiento de las emisiones de CO2 por la economía de nuestro país, que debe ir acompañado de planes de reindustrialización de aquellos subsectores con problemáticas particulares, que conllevan una redefinición de cómo estos subsectores se plantean en un futuro sin fósiles. Transitoriamente puede ser factible un sistema de captura y secuestración del CO2 pero los subsectores afectados deben trabajar sin continuar consumiendo mayoritariamente fuentes fósiles, petróleo, gas o carbón. 

Dejando aparte la existencia de suficiente cantidad de fuentes renovables que las diferentes actualizaciones del Plan Integrado de Economía y Clima (PINIEC) planifican, la red precisa tanto del transporte como de la distribución para llegar a todas partes así como la apropiada capacidad de almacenamiento para gestionar la energía renovable. Cabe indicar que es preocupante que no se dedique suficiente atención a esta planificación de la red eléctrica y del fuerte crecimiento de la demanda para afrontar las reducciones de emisiones. Es preciso reclamar acciones sobre la evolución de la red eléctrica como parte principal y más significativa para abordar el reto de la descarbonización de los sectores de la economía.

En ese contexto, uno de los elementos que aparece con fuerza es el futuro del hidrógeno, hasta el punto de que se llega a presentar como la panacea de todo. Como gas renovable, sin emisiones de CO2, se ha llegado a exponer como alternativa para reemplazar combustibles fósiles e incluso al propio gas natural. Que si blending (mezclas de gas natural con H2), que si cambiar quemadores para adaptarlos al hidrógeno, que si motor de combustión funcionando con hidrógeno, que si utilizar los actuales gasoductos para transportar el hidrógeno... Pero la realidad es dura y las decisiones deben basarse en los costes económicos y la viabilidad técnica.

De momento, los demandantes de hidrógeno verde siguen siendo esencialmente aquellos que ya utilizaban el hidrógeno gris o azul, por ser el hidrógeno una materia prima de sus productos como sucede en el sector petroquímico. Los otros sectores hacen números y algunos ensayos de viabilidad tecnológica. Para tener 1MWh a partir del hidrógeno hacen falta 30 kilos, lo que quiere decir que a precios comerciales actuales del kilo de hidrógeno sobre 10€/Kg sitúan costes del MWh a 300€/MWh. Desde el punto de vista de viabilidad tecnológica, el hecho de quemar hidrógeno también plantea dificultades al producirse una muy preocupante emisión de NOx no admisible desde las normativas sobre calidad de aire de Europa o de la OMS. 

Solamente, en el sector del transporte pesado los resultados sobre la utilización del hidrógeno se convierten en prometedoras, pero la falta de infraestructuras y de oferta de vehículos con pilas de combustibles está constituido de momento una gran barrera para desplegar las tecnologías en el entorno del hidrógeno. Así pues, el mercado del hidrógeno no arranca, no hay una demanda creciente y las acciones para descarbonizar continúan a mínimos.

Conclusión: la transición energética condicionará el futuro de la producción y los servicios

Es obvio que el sistema económico está vertebrado con el uso de las fuentes energéticas fósiles causantes de las emisiones de CO2. La eliminación de estas emisiones implica un cambio en los modelos energéticos que definen la transición energética basada con el despliegue de fuentes renovables. 

El cambio de fuentes de energía requiere una redefinición de los diferentes subsectores y su adaptación a las nuevas disponibilidades y costes.  En consecuencia, el reto de la descarbonización se convierte en un reto de replanteamiento de cada uno de los sectores económicos, con atención con algunos subsectores con situaciones muy particulares. Conceptos como reindustrialización, reconversión o redefinición de cada subsector ilustran el desafío de bajar las emisiones de CO2. No es un problema de investigación o de implementación tecnológica. Las herramientas que pueden ofrecerse desde I+D+I son conocidas y su despliegue se verá en un contexto internacional y muy probablemente pueden ser una oportunidad para nuevas empresas tecnológicas. El problema es cómo los distintos sectores económicos se adaptan y cómo se abordan los costes propios de cada empresa y entidad y los costes general de infraestructuras compartidas.

Las autoridades responsables de los diferentes departamentos (medio ambiente, territorio, industria, economía....) precisan fortalecer la coordinación, definir la política de subsidios, ayudas, fiscalidad..., fomentar la estrategia de las hojas de ruta por cada subsector para indicar los hitos y el cronograma de cómo llegar al 2030, 2040 y 2050, y prever un plan de infraestructuras optimizadas por los servicios reclamados por una transición energética efectiva. 

Este es el auténtico reto y el no abordarlo puede significar un importante varapalo para la economía de nuestro país, lo que exige medidas urgentes y una asunción de las responsabilidades para evitar situaciones no deseadas no solo por los efectos en el cambio climático sino también por la calidad de vida, cohesión social y bienestar del conjunto de la población. 

Joan Ramon Morante es director de L'Institut de Recerca en Energia de Catalunya (IREC-CERCA) y profesor de la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona.

Héctor Santcovsky es sociólogo, experto en temas de desarrollo económico y sostenibilidad.