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Los 'chaebol', algo más que motores económicos

La economía surcoreana está dominada por un puñado de grupos industriales de propiedad familiar cuya connivencia con el Gobierno no es siempre positiva para la cuarta potencia asiática
 

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Febrero 2024 / 121
Empresas coreanas

Ilustración
Perico Pastor

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En apenas 70 años Corea del Sur ha pasado de ser una nación devastada por la guerra, sin infraestructuras y con una economía de subsistencia a ser líder mundial en industria y tecnología y a pugnar por estar en el top ten de las grandes economías del planeta. Este esfuerzo le ha llevado a convertirse en la cuarta potencia asiática tras China, Japón e India, con una renta per cápita que ha pasado de los 103 dólares en 1962 a los 33.600 dólares en 2023 y donde el gasto en I+D se elevó al 5,2% del PIB en 2022, el 79% procedente del sector privado.

Pero las largas jornadas que viven los escolares y el espíritu de sacrificio de la sociedad surcoreana, donde importa más la edad que los conocimientos, no explican todo el secreto del milagro del río Han, como se define el desarrollo económico de este país por haber nacido a orillas del río que atraviesa Seúl. En esta transformación la connivencia entre el Gobierno y los grandes grupos industriales, llamados chaebol, ha sido decisiva. Es una realidad que confirman las cifras de los cinco grandes grupos del país (Samsung, SK, Hyundai, LG y Lotte), cuyas ventas llegaron a representar más del 70% del PIB en 2012, según señala el profesor surcoreano Park Sang-in en su libro República de Chaebol. El Banco de Corea situó esta cifra en el 44% en 2019 y se estima que en 2022 se quedó en torno al 30%. 

Clan de ricos

Los datos revelan el protagonismo de estos grupos en la economía surcoreana. La palabra chaebol es una combinación de los vocablos coreanos chae, que significa "riqueza", y bol, que se traduce por "clan". Literalmente, un "clan de ricos"; ricos porque no hay nadie en el país que les pueda eclipsar, y clanes, porque su poder se concentra en unas pocas familias y su influencia llega a todos los rincones del país. Todas ellas, los Lee de Samsung, los Chey de SK, los Chung de Hyundai, los Koo de LG y los Shin de Lotte, fueron ungidos por el general Park Chung-hee para que levantarán el país a cambio del apoyo del Estado tras el golpe militar que le encumbró en 1961. Es evidente que esta estrategia alcanzó su objetivo, aunque sin reparar en los costes sociales.
 

Su omnipresencia ha inducido a los surcoreanos a llamarles “empresas pulpo” porque sus tentáculos llegan a todas partes y venden de todo, desde móviles hasta lavadoras, pasando por coches, alimentos e incluso seguros médicos. Y su poderío es tal que en el país hay un refrán que dice: “Si a Samsung le va bien, a Corea del Sur le va bien”. No en balde esta firma aporta en torno al 20% del PIB y para cualquier joven surcoreano entrar a trabajar en una de sus empresas supone asegurarse un futuro brillante en una sociedad ultracompetitiva, donde el salario medio es de unos 2.800 euros para los hombres y de 1.900 euros para las mujeres.

Recelos  

Pero los chaebol también generan recelos entre la población surcoreana. Despiertan una gran animosidad por su connivencia con el Gobierno y la impunidad con que actúan sus dirigentes, a quienes, a menudo, se acusa de anteponer su beneficio personal al del país y de comportarse como si estuvieran por encima de la ley. Esta situación se refleja en que la conmutación de penas de cárcel es algo común para las familias que dirigen estos grupos.

El caso más flagrante que ha sacudido al país en los últimos años es el protagonizado por el presidente de Samsung, Lee Jae-yong, que en 2017 fue condenado a cinco años de cárcel, luego vio reducida su pena y finalmente fue indultado. El Gobierno surcoreano justificó la decisión alegando que era de interés nacional para recuperar la economía del país tras la covid-19. Lee había sido declarado culpable de pagar ocho millones de dólares en sobornos a la presidenta del país, Park Geun-hye, quien, a su vez, fue condenada a 22 años de cárcel por corrupción y abuso de poder en 2017 e indultada en 2021.

Pero el perdón a Lee no es una excepción, sino una tradición de indulgencia indebida a los dueños de los chaebol. Su padre, Lee Kun-hee también fue indultado, en 2009. Y en 2016, el presidente de SK, el segundo grupo industrial del país, Chey Tae-won, también fue indultado tras ser condenado por malversación de fondos en 2013.

Precisamente, Chey Tae-won se ha erigido de nuevo en protagonista de un caso que amenaza con disolver su chaebol y que obliga a los jueces a pronunciarse sobre el futuro de estos grupos, lo que podría romper el esquema de desarrollo económico de la cuarta potencia asiática. El caso se asemeja a un culebrón de televisión: en1998 protagonizó la boda del siglo al casarse con Roh Soh-yeong, hija del presidente del país. Ahora están en proceso de divorcio después de que Chey confesará haber tenido un hijo con su amante y su esposa presentara una demanda de divorcio tras años de separación conyugal.

El proceso judicial amenaza con provocar un seísmo económico en el país. Su desarrollo depende de los chaebol y eso significa que los divorcios y las disputas por su control pueden acabar desestabilizando la economía surcoreana. Para evitarlo, las autoridades animan a los jueces a no dividir las participaciones familiares de los chaebol, incluso a expensas de los derechos legales de los demandantes, y evitar así el impacto económico de esos procesos. Y esa ha sido la doctrina que aplicó un tribunal de Seúl, que concedió a Roh 50 millones de dólares pero ninguna acción de SK, cuando ella reclamaba la mitad de las acciones que Chey posee del grupo. Roh ha recurrido el fallo y el caso amenaza con convertirse en un referente de los derechos de la mujer en ese país asiático.

Tiempos de cambio

No obstante, la batalla de Roh Soh-yeong no es la única que las mujeres libran contra los chaebol ante la justicia. Las mujeres de la familia Koo, la dinastía propietaria del gigante de la electrónica LG, también han demandado al presidente del grupo, Koo Bon-joon. Esgrimen que fueron engañadas con un falso testamento que no existe y que ha dejado a la viuda del patriarca sin acciones del grupo y a las dos hijas con el 1% y el 0,5%, mientras que el hijo, Bon-joon, controla el chaebol con el 15,9% de los títulos. 

Así pues, el panorama que dibuja el divorcio Roh-Chey, que implica al grupo SK, y la lucha de las mujeres de la familia Koo por sus derechos en el grupo LG avanzan tiempos de cambio en los conglomerados industriales. Dichos cambios pueden transformar el panorama económico de Corea del Sur. Puede ser un horizonte en el que estos grandes grupos se dividan, den paso a un mayor pluralismo empresarial y se reduzca la connivencia entre Gobierno y patronos.