A menudo, cuando se plantean retos y necesidades sociales de envergadura, aparece alguna voz de economista para exclamar: "Eso no nos lo podemos permitir". He aquí un libro que, con el mérito notable de no caer en la demagogia, alumbra una pizca de esperanza sobre la contribución que desde la academia puede hacerse para atajar la creciente desigualdad.