El fracaso de la Ayuda Oficial al Desarrollo
El dinero de los países ricos no ha servido para mejorar el bienestar de la población de las naciones más pobres. Es preciso iniciar un debate sobre el sentido de la cooperación.
El dinero de los países ricos no ha servido para mejorar el bienestar de la población de las naciones más pobres. Es preciso iniciar un debate sobre el sentido de la cooperación.
España avanza lentamente en la electrificación de su parque automovilístico.
Muchas de las medidas que ha tomado el Gobierno no llegan fácilmente ni con rapidez a las familias y a las pequeñas empresas.
Planificación: Las entidades privadas no están cumpliendo su misión: intermediar entre la inversión en la economía real y el ahorro. Lo público tiene que funcionar.
La reconstrucción del país viene condicionada a su adhesión a la Unión Europea.
El brutal empeoramiento de las condiciones económicas coincide con el fin de la carencia de los préstamos anticovid.
El alza de la recaudación evitó que las cuentas se descuadraran en 2021 con un PIB menor del previsto. El reto es repetir en 2022.
Pese a las medidas para ampliar el alcance del ingreso mínimo vital —el suelo de ingresos de carácter estatal introducido por el Gobierno para ayudar a las personas más vulnerables—, a finales de septiembre solo se habían validado 336.933 de las 1,45 millones de solicitudes presentadas (de las cuales se tramitaron 1,24 millones).
Esta jornada, organizada por la mesa de entidades de voluntariado de Teruel que dinamiza la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado, espera sensibilizar a la población aragonesa sobre la importancia del voluntariado. El objetivo es fomentar y defender al personal voluntario, “como agente impulsor de la cohesión económica y social y que en la actualidad cuenta con 19.444 personas voluntarias en el territorio aragonés”.
El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2022 presentados por el Gobierno de coalición constituye una herramienta imprescindible para revertir los desastres causados por la pandemia y sus secuelas económicas y sociales. El aumento de la pobreza, la desigualdad y la precariedad laboral requieren fuertes medidas de choque para que de verdad nadie se quede atrás en la salida de la crisis.
¿Cómo es la vida de las trabajadoras del hogar? ¿Qué se les pasa por la cabeza a las de las residencias? ¿Y a las del servicio de atención domiciliaria?
Rafaela Pimentel (Baní, República Dominicana, 1960) lleva toda su vida batallando por los derechos de las mujeres, y en particular de las trabajadoras del hogar y los cuidados. Llegó a España en 1992 para recoger a su hijo, que estaba con su padre. Le robaron el dinero y se quedó para trabajar y devolver préstamos. Empezó como tantas otras: sin papeles. Hasta que una primera familia le hizo un contrato. Ha trabajado duro en Territorio Doméstico. En octubre impulsó el sindicato de su gremio, Sintrahocu. Su hijo ha dirigido un documental sobre el colectivo.
El temor a que una oleada de quiebras frene la recuperación lleva al Gobierno proporcionar ayudas directas a los negocios más castigados por la pandemia.
En el momento de escribir estas líneas, la mayor parte de ciudadanos vuelven a estremecerse ante la virulencia de la tercera ola de la pandemia de covid-19. La enfermedad ha contagiado a casi 100 millones de personas y ha causado más de dos millones de muertos en todo el mundo. EE UU encabeza la lista de países por víctimas mortales con más de 400.000 personas, mientras que España aparece en el décimo lugar del ranking mundial en cifras absolutas con más de 55.000 fallecidos, pero en un inaceptable cuarto puesto en términos relativos (116 por 100.000 habitantes), después de Reino Unido, Italia y EE UU.
Esta semana hemos asistido al rifirrafe europeo para decidir qué tipo de ayuda se concede a los países que van a tener que endeudarse para hacer frente a la crisis sanitaria y sus efectos económicos. Al final la noticia es que se dota un fondo de 540.000 millones de euros. Para alguien no ducho en economía o en cuestiones comunitarias el debate puede resultar esotérico. Si al final llega el dinero, qué más da. Pero la cuestión es más importante de lo que puede parecer a simple vista.
Aun por esperada, la caída de los cotizantes a la Seguridad Social nos da una magnitud de la tragedia. Sobre todo porque no se trata de personas a las que se ha aplicado un ERTE y, por tanto, van a cobrar una modesta pensión mientras dure el confinamiento, sino que lisa y llanamente se han quedado sin contrato. Muchos no cobrarán nada, a menos que se ponga en marcha otro tipo de subsidios, porque no tendrán el tiempo de cotización requerido para cobrar el desempleo.
Esta semana casi todos los comentaristas celebran la vuelta a Keynes y el fin del neoliberalismo en las respuestas económicas a la crisis. Los que tenemos memoria nos suena algo parecido a lo que oímos allá por 2008, cuando “había que refundar el capitalismo”. Esta semana los comentarios venían a raíz de medidas orientadas a proteger a la gente de a pie y salvar el tejido empresarial.
En los últimos meses mi experiencia de activismo ha experimentado una enorme variabilidad de temas: vivienda, contaminación, inseguridad, convivencia, pobreza, derechos de las personas inmigradas, feminismo, etc. Pero en toda esta trayectoria hemos tenido alrededor la presencia de un movimiento social y un discurso monocorde, casi exhaustivo en algunos medios, solo preocupado por la cuestión de la independencia. O lo demás no les interesa o algunos son tan ingenuos que piensan que todo tendría solución con un mero cambio de poder estatal.
Es preciso cambiar las estructuras productivas que generan tantos empleos de usar y tirar entre los jóvenes.
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