Covid-19: etiología de una derrota
Nuestra cultura ha sido arrasada por los bárbaros. Solo un nuevo instrumento sanitario de cooperación universal será capaz de devolver la confianza a la población y permitir una completa recuperación económica.
Nuestra cultura ha sido arrasada por los bárbaros. Solo un nuevo instrumento sanitario de cooperación universal será capaz de devolver la confianza a la población y permitir una completa recuperación económica.
Este no es mi primer confinamiento. Hace cerca de 70 años estuve tres meses encerrada en casa para evitar la polio, que ya había contagiado a varias niñas de mi entorno. Fueron mis padres quienes decidieron aislarme porque el Gobierno franquista del momento nunca dio instrucciones ni adoptó medidas para proteger a la población de aquella terrible epidemia. A la falta de información oficial se sumó la precariedad médica de la época, la mala alimentación que el país había soportado desde la guerra y la ignorancia de la gente sobre unos males que se consideraban inevitables. Un castigo de Dios.
La red de seguridad de nuestro Estado de bienestar adolece de un enorme agujero por donde se cuelan pobreza y exclusión social. Así lleva advirtiéndoselo en los últimos cuatro años a España la Comisión Europea. La rotura puede repararse con una renta básica que garantice una vida digna a la ciudadanía, tema que suscita controversia por sus costes. Ahora, los estragos económicos de la pandemia ablandan las tradicionales resistencias a algunos de los modelos en los que la medida puede plasmarse, o al menos a su aplicación temporal. El Gobierno ha aprovechado la corriente favorable de opinión y este verano contempla poder empezar a pagar un ingreso mínimo vital estatal, con cuantías en función de la tipología del hogar, que ayude a mermar la pobreza severa.
Salir del confinamiento no va a ser fácil ni rápido. No hay nada escrito y el único precedente, el de China, aporta alguna luz pero ha utilizado mecanismos autoritarios de difícil aplicación en una Europa democrática. Hay una imperiosa necesidad de conocer mejor hasta dónde han llegado las infecciones, pero el Gobierno deberá empezar a tomar decisiones antes de tener una idea precisa de la expansión del coronavirus en España y sin saber hasta qué punto la llegada del calor va a ayudar a controlar al patógeno.
Desde Italia
Muchas ciudades italianas, entre ellas Milán, se preparan para aumentar los controles en sus calles y evitar lo que muchos temen. “No es el momento de bajar la guardia: ya he previsto un aumento de los controles en los próximos días, en particular para el fin de semana de Pascua y el lunes” (día festivo en Italia, la llamada Pasquetta). Son palabras del prefecto de la capital lombarda Renato Saccone.
La crisis del coronavirus motivará muchas reflexiones sobre lo que debería de ser la new normal, el conjunto de creencias, políticas y prácticas que, en función de lo que hayamos aprendido, servirían para una mejor sociedad post-virus. Propongo, por ejemplo, reconsiderar la valoración de dos conceptos que la industria tecnológica, con el apoyo de sus seguidores y su aparato de propaganda han contribuido mucho a poner de moda últimamente: la exponencialidad y la viralidad.
La crisis del coronavirus ha vuelto a recordar a la población urbana y a nuestros políticos que la agricultura es una actividad esencial, que la seguridad del abastecimiento que dábamos por hecha es otra variable importante al lado de la seguridad de los alimentos, en la que tanto hemos avanzado estos últimos años.
Fernando Simón plantea el uso generalizado de la protección facial para evitar la prolongación del confinamiento. España se suma así a un hábito que se ha impuesto en numerosos países asiáticos y empieza a extenderse en Centroeuropa.
Los efectos de la pandemia ocasionada por el coronavirus están siendo duros para el conjunto de la población y especialmente dolorosos para muchas personas. Afrontarla desde una perspectiva social y ambientalmente justa es la única salida decente a la que pueden optar los gobiernos en todo el mundo. Porque si hay un paradigma que alcanza más sentido en este momento es el que consagra que las personas, la salud y el planeta son lo primero.
El coronavirus resulta letal para el mercado de trabajo, con un hundimiento histórico de la afiliación a la Seguridad Social en marzo. Dos tercios de los contratos destruidos son temporales.
Los Gobiernos están concentrando sus energías en detener la epidemia de covid-19 que ha contagiado ya a más de 800.000 personas y causado más de 40.000 muertos en todo el mundo hasta el pasado 31 de marzo. La situación es crítica en muchos hospitales por falta de medios y de profesionales sanitarios, muchos de los cuales han enfermado por su heroica dedicación. Todos los países se han visto desbordados especialmente los peor equipados sanitariamente y con un sistema de bienestar más frágil.
Después de que la semana pasada empezase a decrecer en España el número de nuevos infectados por el coronavirus, lo fundamental ha pasado a ser el reforzamiento del sistema sanitario para que pueda resistir las nuevas oleadas de enfermos graves. Luego se tendrá que ver cómo se afronta la compleja vuelta a la normalidad sin perder el control de la epidemia. La lucha será larga.
Uno mira hacia el futuro, estos días, y no ve más que noche y niebla. Evidentemente, hay futuro. Siempre lo hay. Pero aún tenemos que pasar por momentos muy duros y no podemos saber con un mínimo de certeza qué encontraremos al otro lado, el del futuro, cuando hayamos superado la pandemia y logremos convivir razonablemente con el nuevo virus.
Casi 3.400 millones de personas se encuentran confinadas, según un recuento efectuado ayer, 29 de marzo, por France Presse. Son casi la mitad de la población de la Tierra, que está a punto de alcanzar los 7.800 millones. Naturalmente los grados de confinamiento son diversos pero en general podemos afirmar que todas esas personas se encuentran sujetas a una acción común, con una etiqueta única y concreta: "confinamiento".
Las personas mayores son especialmente vulnerables al Covid-19. La ayuda, con protección, imprescindible. A quien se la juega para servir con su trabajo —por supervivencia, solidaridad o ambas cosas—, un enorme gracias.
El coronavirus se suma al aumento del IVA y a los efectos del tifón 'Hagibis' y provoca la contracción del PIB de la tercera economía del mundo.
La pandemia ha cambiado el mundo en dos meses y puede prolongarse más de un año.
El plan de choque puesto en marcha por el Gobierno va encaminado a ayudar a asalariados, autónomos y familias a llegar a fin de mes.
Las reglas convencionales han saltado por los aires y ya no basta con estímulos, por muy espectaculares que sean.
La pandemia del coronavirus (SARS-CoV-2) ha contagiado a más de medio millón de personas y ha causado más de 21.000 muertes en todo el mundo en el momento de escribir estas líneas, el 26 de marzo de 2020.
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